miércoles, 20 de julio de 2011

Caminantes

Hoy llamé a un amigo para contarle cómo Dios apagó el Check Engine en el tablero de mi carro, para poder pasar por la inspección y así regalarme un año de tranquilidad automotriz. Luego les cuento de "El Dios que apaga Check Engines".

Este amigo se alegraba de escucharme animado y contento, porque en estos días he pasado por decepciones que han logrado apagar mi sonrisa. Entre otras cosas, me dijo: "Me gusta oirte contento, porque eso me hace a mi caminar con seguridad. Necesito que estés contento porque eres una de mis cabezas. Cuando estás contento y sonries, las cosas van mejor en la Iglesia. Cuenta conmigo. Yo te apoyo."

Cuando alguien te dice algo así, te pasa una de dos cosas: Te haces orgulloso o te sientes orgulloso. Si te haces orgulloso, perdiste el punto. Si te hace sentir orgulloso es porque entiendes que Dios te honra con una posición de liderazgo. A mi no me pasó ni una ni la otra, solo me temblaron las piernas de saber que alguien a quien admiro por su corazón, disposición y empuje, a la vez me admira a mi. Y entendí que somos caminantes. Siempre camino detrás de alguien, pero siempre camino delante de alguien.

Cuando nacemos, evaluamos el crecimiento físico y social de la siguiente manera: ¿Ya gatea? ¿Ya camina? ¿Ya corre? ¿Ya está en la escuela? ¿Ya tiene novia? ¿Ya sabe qué quiere estudiar? ¿Ya sabe en qué Universidad? ¿Ya sabe conducir? ¿Cuándo se casan? ¿Cuándo tienen hijo? ¿Cuándo tienen el próximo hijo? ¿Cuándo compran la casa? ¿Cuándo se retiran? ¿Ya tienen nietos?

No sé cómo hay gente que no llega más lejos y pregunta: ¿Cuándo te mueres? Y ese es el punto que nadie sabe. Nadie sabe cuándo morirá en este trayecto. Nos enfocamos en correr la carrera y olvidamos el paisaje, los olores, el trinar de los pájaros, porque no es un secreto que el camino se complica.

A veces caminamos recto hacia una meta, pero a veces tenemos que caminar en zig zag evadiendo los obstáculos. En lugares simplemente nos sentamos, esperando que alguien nos ayude a levantarnos nuevamente. En ocasiones caminamos en círculo por haber perdido nuestro horizonte, pero en momentos los obstáculos no serán más que el punto de apoyo para saltar más alto y llegar aún más cerca de la meta.

Al mirar nuestra vida, veámosla como lo que es: un camino, pero no olvidemos que Jesús es la razón de caminar, Jesús es la puerta, Jesús es el camino y Jesús es la meta.

En el trayecto recuerda mirar el paisaje, orar por alguien, oler las flores, escuchar los pajaritos, ayudar a un caminante herido, sentarte junto a un río, reírte hasta que te duela la barriga. 

Si lo importante fuera la meta, Jesús simplemente nos mandara al cielo. Creo que a Jesús le interesa que caminemos, que tropezamos, porque ahí nos hacemos humanos y dependientes. Caminando valoramos lo que Jesús nos ofrece. Caminando somos útiles. Sentados estorbamos. Sentados nos conformamos y sentados nos morimos.

Caminante al caminar no olvides los que van detrás porque es muy probable que más de uno te esté siguiendo. Jesús ama al caminante y ama la travesía, porque de qué sirve un cielo de descanso y celebración, si quien celebra no es un caminante que caminó un camino.

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