viernes, 24 de enero de 2014

Aliento

Sentía que quien había fumado era yo. Este muchacho no tenía ni que hablar... El aliento salía y parecía humo de cigarrillo... No encendió un cigarillo... No fumo en mi presencia... pero había condicionado su aliento y todo su cuerpo con el olor de papel y basura quemada... cáncer en un rollo de papel... Me puso a pensar en nuestro aliento como discípulos de Jesús.


Cuando estamos con alguien, ¿Qué sale de nuestra boca? ¿Olor fétido de amargura, rencor, queja, juicio? O ¿Acaso sale el aroma de bendición, esperanza, amor, misericordia?

...Luego sopló en su nariz, y con su propio aliento le dio vida. Así fue como el hombre comenzó a vivir.

La historia de la creación cuenta que, luego de Dios crear nuestro cuerpo, nos dio aliento de vida... y la forma gramatical del escritor de Génesis es la que describe la acción de dar un beso... Así con un beso, Dios nos da vida... Un beso que da Vida.

¿Qué damos a los demás con nuestro aliento? ¿Heredamos la costumbre de infundir vida en nuestro aliento o le robamos vida a todo el que se topa con nosotros? Sé que hace poco escribí Escarcha... y mencionaba cómo podemos reflejar un brillo especial al estar con Dios, pero hoy quiero motivarnos a que aún cuando no hayamos podido estar con Dios... o no hayamos querido estar con Dios... o el día haya sido malo... o nosotros hayamos sido malos... demos vida con nuestro aliento... porque nadie tiene la culpa de lo que nos pasa.

Como cuenta una vieja historia... Las palabras son como una bolsa de plumas que vacías en el medio del viento... Una vez dispersas... Es prácticamente imposible recogerlas todas... por más perdón que se pida, lo mejor es no tener que pedir perdón...

Dios nos ayude a administrar con sabiduría nuestras palabras y que, como Dios... demos vida a todos los que se nos acercan...

El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.

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