martes, 19 de agosto de 2014

Apetitos

No es a propósito... Es algo químico que pasa en mi cuerpo... Mis emociones se alteran, mi mente se nubla, me duele la cabeza, el estómago me duele... Todo esto me pasa cuando tengo hambre. Es como si en vez de estar vacío por dentro, en mi estómago se hubiera mudado una bestia. Mi esposa Yokasta lo sabe... y al parecer, Zoé, mi niña más pequeña, le sucede lo mismo porque cuando tiene hambre llora como si le hubieran puesto 5 vacunas juntas... Es como si la estuvieran matando. En cambio, mi esposa y Camila, mi hija mayor, pueden estar todo un día sin comer... Pueden sentirse débiles... Pueden sentir molestia en la cabeza... Pero no se detienen a comer. 

Aunque mi reacción al hambre es incorrecta, no se puede negar que el hambre puede causar desbalances en nuestros cuerpos que pueden convertirse en peligrosos… Imagina que mi mal humor se convierta en ira por un período largo sin comer… Una persona sin comer por un período largo de tiempo puede llegar a tener alucinaciones, al punto de llegar a la locura… 

De la misma manera, comer en demasía es negativo y causa problemas de obesidad y todo tipo de problemas de salud. El control de nuestro apetito, es entonces vital y crucial para el buen funcionamiento de nuestra vida… Es igual con nuestra vida espiritual y cómo manejamos los apetitos que naturalmente tenemos.

En nuestra “travesía” por establecer una relación con Dios, necesitamos administrar nuestros apetitos para poder alimentar nuestro ser con lo que necesita y no sólo con lo que quiere… y digo “travesía” no porque Dios sea difícil de hallar, sino porque nosotros somos malos enfocando nuestra búsqueda…

Espiritualmente tendremos apetito sensorial, en donde queremos que nuestro encuentro con Dios nos provoque sensaciones a nivel físico… escalofríos, temblores y muchas otras reacciones que nuestro sistema nervioso desata al presenciar y experimentar la sobrenaturalidad de Dios. En ocasiones, tendremos apetito social y anhelaremos que el Pastor o maestro, dirija una palabra específica para nosotros… anhelaremos un abrazo… la afirmación de nuestro líder espiritual… Habrá el día en que tendrás el artista revuelto y apreciarás el sonido de las alabanzas, la ejecución de los instrumentos, una danza… Un día, un olor podría sacarte de comunión, aun cuando el olor provenga de una de las criaturas de Dios... Una basurita, el polvo del asiento, podría incomodarte… Otros días, habrá un apetito intelectual, donde esperarás un desafío a tu manera de pensar y que sacudan tus conocimientos… Pero hay un apetito mucho más profundo y por desgracia es al que menos atención le ponemos… es el apetito de ser quienes estamos supuestos a ser… lamentablemente, a este apetito le ponemos poca atención porque desde fuera recibimos ofertas todo el tiempo de personas, productos y sistemas que dicen saber quién estás supuesto a ser al suplirte cosas que debes tener, consumir, hacer o vestir… entonces nos hacen pensar que al tener, consumir, hacer o vestir ciertas cosas, nos convertimos en “alguien”, cuando en realidad nos estamos convirtiendo en “algo”… nuestra necesidad de ser es más profunda… necesitamos ser amados por Dios…

Si en nuestro caminar con Dios nos enfocamos en satisfacer un solo apetito… ya sea intelectual, físico, emocional, social, etc… nuestra experiencia con Dios estará limitada a un solo aspecto de Dios… es nuestra responsabilidad equilibrar nuestra ingesta espiritual para que nuestro ser reciba alimento de Dios por la mayor cantidad de medios posibles…

Controla tu apetito y lo que comes para que lo que comes no te coma...

Pero Jesús le respondió: “Escrito está: ‘No solo de pan vivira el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.’”

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